En los comienzos de los Evangelios leemos la llamada que Jesús hace a sus primeros discípulos.
Su mirada y su figura carismática cautivaron a sus seguidores, quienes lo siguieron a todas partes y compartieron parte de su ministerio.
A través de los siglos, el Señor de la Historia siguió llamando a discípulos y discípulas para que le siguieran y le sirvieran. Hoy también resuena su llamada en los corazones de los fieles. Algunos necesitan darle una nueva acogida y renovar su respuesta; otros precisan de coraje y ánimo para lanzarse a la aventura y darle un "sí" generoso y abierto; otros, necesitan recibir una nueva llamada que les saque del letargo y la rutina.
Acojamos con alegría la llamada del Señor. ¿Qué privilegio más grande puede existir que ser destinatario de esa elección? ¿Acaso no es maravilloso el hecho de que Jesús se digne soñar cosas grandes para gente tan pequeña?
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