Al celebrar el misterio de la ascensión del Señor a lo más alto del Cielo, desde donde había venido para asumir nuestra historia y nuestra naturaleza humana, la Iglesia se prepara para el "adviento del Espíritu Santo", con la esperanza de ser renovada toda ella.
Narra san Lucas que el Señor Resucitado, después de estar cuarenta días con sus discípulos y todavía instruirlos sobre las realidades espirituales del Reino de Dios, fue "SUSTRAÍDO" delante de ellos por una " NUBE". De este modo completamente místico, envuelto en la gloria del Espíritu Santo, el Resucitado deja de ser visto materialmente por sus discípulos. De igual modo, aclararán después unos mensajeros, "vendrá de nuevo". Esto es, la gloria del Espíritu Santo nos trae la presencia de Jesús Resucitado cuando la Iglesia está reunida en su Nombre.
Imposible sentirnos huérfanos, solos y -mucho menos- abandonados porque tenemos la enorme bendición de experimentar en la Iglesia su presencia viva hasta el final de los tiempos.
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