Dios nos envió y nos sigue enviando desde el Cielo su Palabra. Nos la hace llegar por diversos medios y cada Palabra que Él nos ofrece tiene un destino, tiene propósitos.
El profeta Isaías describe este itinerario misterioso con dos figuras: la Palabra se recibe como semilla para sembrar y como pan para quien tiene hambre. Para eso nos disponemos en cada ocasión a recibir la Palabra que Dios siembra en nosotros: para ser saciados nosotros mismos y para dar a otros las verdades de la vida.
"Comprender" la Palabra no es un simple acto intelectual: quiere decir tomar la Palabra, apropiársela, aferrarse a ella (com - "prender"). Felices los que toman la Palabra de Dios y el Maligno no les puede arrebatar el pan y la semilla que el Padre destinó con propósito.
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