Con la solemnidad de Cristo Rey, Sumo y Eterno y Sacerdote, culmina este año litúrgico.
Las lecturas nos presentan a un Rey pero no como los que existen en este mundo sino como Aquel que ejerce su oficio la modo de los pastores.
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Todo pastor conoce muy bien a cada una de sus ovejas, las cuida, las nutre, las protege y las conduce; también sabe distinguir a aquellas que no son de su rebaño.
Aceptar personalmente a Jesucristo como propio Rey significa gozar de esta realidad de dejarse cuidar, proteger, nutrir y conducir por Él. Ese Rey, que es Pastor para los suyos, volverá un día para juzgar el universo, separando ovejas de cabritos. ¡Felices los que sean contados entre las ovejas de su rebaño!
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