Se acerca el final de un tiempo y el comienzo de otro. Lo que vamos experimentando en el sentido cronológico, también sucede a nivel espiritual. La liturgia expresa en la celebración esta dimensión de la vida cotidiana personal y social.
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La parábola de los talentos nos amonesta a ser responsables con las capacidades que se nos han sido dadas. Nadie es tan incapaz de no tener, al menos, una capacidad por la cual hacer cosas grandes y rendir frutos para Dios. La parábola también nos anima a entrar a participar en el gozo del Señor, sentimiento de satisfacción y de alegría sobrenatural que se manifiesta cuando perseveramos en el servicio de Dios y en el servicio del prójimo.
Al final del tiempo litúrgico se nos advierte de estar bien despiertos, de ser cristianos y cristianas a la altura de la circunstancia. Dios nos ha hecho capaces de grandes cosas y la situación actual necesita de nuestra presencia y de nuestro servicio talentoso.
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