Al comienzo del año recién inaugurado la Iglesia nos invita a contemplar a la Madre del Señor como un espejo de nuestra propia identidad. De este modo, a ocho días después del nacimiento del Hijo de Dios e Hijo suyo para cumplir lo que La Ley establecía se acerca al altar para ofrecer las primicias de su vientre.
Nosotros somos como esta "Virgen oferente", porque traemos al altar de Dios las primicias de nuestro año recién comenzado y, de este modo, lo consagramos para Él.
Que te sea agradable, oh Santísima Trinidad, la ofrenda que te presentamos. Recíbela, bendícela y glorifícate en ella. Amén
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