Hay un acontecimiento en la vida de Jesucristo que compartió en particular sólo con tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan. El Señor les lleva a un monte elevado y se "transfiguró" en presencia de ellos. Es decir, les permitió ver por un momento el esplendor de su gloria divina. Muchos elementos, típicos de las "teofanías" gloriosas de la Biblia están presentes: que sea justamente en un monte, la nube luminosa y la voz de Dios.
Pedro atina a decir algo así como "qué bien estamos aquí... ¡quedémonos para siempre!". Pero la experiencia de la gloria que se puede gustar en los encuentros con Dios no son únicamente para nuestro bienestar sino que un propósito más: somos fortalecidos para sostener la vida de otros que necesitan tanto...
Pedro, Santiago y Juan fueron considerados más tarde como "columnas de la Iglesia", como nos lo cuenta San Pablo en una de sus cartas. De ese modo, sosteniendo a los hermanos perseguidos y atribulados, los apóstoles realizaron en su vida aquel propósito cuya fuente estaba en la experiencia de la gloria.
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