Jesucristo Resucitado se hace presente en el camino de los discípulos de Emaús para explicarles las Escrituras y reorientar sus expectativas sobre la fe en el Mesías. En efecto, era tanta la decepción y la tristeza de sus corazones que eran incapaces de reconocer la Presencia misma del Maestro caminando junto a ellos.
Al final del camino, cuando acababa el día, la hospitalidad de los discípulos permitió que el Señor no siguiera de largo. Y allí ocurre el cambio de mirada sobre la realidad: lo que antes no podían reconocer ahora se hace claramente visible: Jesús se manifiesta al momento de partir el pan.
¿Cómo habrá sido "esa fracción del pan" para que allí lo reconocieran? ¿Cómo es que, por fin, se abrieron los ojos de su corazón?. "Al partir el pan", dice el Evangelio. Ciertamente no habrá sucedido por una fórmula litúrgica pronunciada por el Resucitado, sino por la intimidad familiar compartida tantas veces con el Señor. Esa misma experiencia de intimidad con Jesús debiéramos tener, si realmente somos sus discípulos, cuando nos congregamos como su Familia y nos sentamos a su Mesa para compartir el Pan.
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