Impresiona saber que los arqueólogos han encontrado que en el monte más alto del actual Israel un altar en el cual los cananeos sacrificaban a sus hijos para los ritos de adoración. Es el mismo monte de la tierra cananea al cual ciertamente subiría Abraham para sacrificar a su hijo Isaac. Y es, sin duda, el monte de la transfiguración, llamado desde siempre "Tabor", que eligió Jesús para revelar su gloria a tres discípulos. En ese monte, la voz del Padre le acredita delante de ellos en un escenario rico en símbolos y significados, como el lugar mismo elegido.
Jesús es el Hijo de Dios. El Padre permitirá y aceptará el sacrificio del Hijo para rescatar a la humanidad. Sacrificio ya vaticinado en las profecías y necesitado por la Ley. De alli, las figuras de Elías y Moisés hablando con Jesús en el monte de la revelación. Sólo después de los acontecimientos pascuales los discípulos serán capaces de comprender lo que se les había revelado en el monte santo.
A veces, no somos capaces de comprender lo que Dios quiere revelarnos. Nos encontramos entonces como estos tres discípulos después de haber presenciado esta gloriosa y misteriosa escena. Queda confiar en Jesús y perseverar en su camino hasta que esos propósitos se manifiesten en el tiempo de Dios.
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